
[23-12-25] El Foro Imperial (I)
UN FORO INMENSO Y LLENO DE UNA GLORIA ESPLENDOROSA
Bien, ante todo: muy feliz Navidad, estimados peregrinos. Mirad, entrar y pasearse por el extraordinario Foro Imperial de Roma abruma; es un espacio encantador poblado de portentosas ruinas y restos arqueológicos del antiguo Imperio Romano. Un espacio que debería provocar en cualquier visitante una incontenible sensación de admiración e incluso de verdadera fascinación por esta gran etapa de la cultura humana. Estamos hablando del poderoso Imperium Romanum, Senatus Populusque Romanus (el Imperio Romano, el Senado y el Pueblo Romano) o Res publica populi romani (la República del pueblo romano), que fue un vastísimo imperio que se prolongó durante más de quinientos años, del año 27 a. C. al 476 d. C., sin olvidar que antes ya existieron quinientos años más como República Romana. Eso, ciertamente, como acabamos de mencionar, debería provocarnos un gran respeto y admiración. ¿Cómo fue posible tanta grandeza humana? ¿Cómo lo consiguieron?
UN ESPECTACULAR FORO PARA ADMIRAR Y FORMULARNOS GRANDES PREGUNTAS
La primera profunda pregunta o reflexión debería llevarnos a expresar, como acabamos de mencionar, nuestra franca y sincera admiración ante un pasado tan glorioso como el de aquella inigualable civilización. Atravesar, por ejemplo, el colosal Arco de Septimio Severo (recordemos que todos los arcos de triunfo se construyeron para conmemorar grandes victorias o “triunfos” militares romanos), todo de mármol, con tres aberturas, erigido en el año 203, o el sobrio Arco de Tito que recuerda la victoria del emperador Tito sobre los judíos, situado en la parte alta de la Via Sacra (la calle principal de la Roma antigua), con un solo, pero muy potente arco de medio punto, construido a finales del siglo I, produce y seguirá produciendo una sobrecogedora e inequívoca sensación de admiración. Con qué orgullo, por ejemplo, se exhibe en el mencionado Arco de Tito la entrada triunfal del emperador en Jerusalén, con los soldados que portan las principales piezas del botín conseguido, entre ellas la Menorah (Menorà) o candelabro de siete brazos, símbolo de las zarzas en llamas que vio Moisès en el Monte Sinaí, y las trompetas de plata del Templo de Jerusalén (Dios dijo a Moisès: “Hazte dos trompetas de plata batida para convocar a la comunidad”, Números, 10,2). O el majestuoso Arco de Constantino, que es una verdadera obra maestra, con una arquitectura grandiosa y perfectamente proporcionada. Sí, aquellos romanos, de verdad, podían con todo.
LOS GRANDES BENEFICIOS DEL DERECHO ROMANO
Mirad, en la actualidad, la mayoría de los Estados occidentales presumen de ser repúblicas democráticas con un sistema jurídico desarrollado, en el que se tienen en cuenta las necesidades tanto del Estado como de los ciudadanos que lo habitan. Sin embargo, aunque este parezca uno de los mayores logros de la modernidad, inspirada en la Revolución Francesa, sus orígenes se remontan mucho más atrás, a la época de la antigua Roma. Es decir, aquel valioso Corpus Iuris Civilis (Compilación de Derecho civil romano) o Código de Justiniano (el famoso emperador bizantino) no solo preservó el derecho romano, sino que proporcionó la base del derecho de las naciones europeas actuales. Podríamos decir incluso que su influencia en la civilización occidental es probablemente mayor que la de cualquier otro libro, excepto, por supuesto, la Biblia.
PROHOMBRES ROMANOS
En cuanto a los grandes prohombres de aquel gran Imperio Romano, solo a modo de ejemplo podríamos mencionar a Cicerón, el hombre de letras más grande de la Antigüedad, quien contribuyó como nadie al modelado de la prosa occidental. Sus obras se encuentran entre las más influyentes de la cultura europea. O Marcial, un gran poeta de origen hispano que nació en Bílbilis Augusta (actual Calatayud), en la Hispania Tarraconense, autor de unos mil quinientos poemas que pertenecen al género del epigrama (composición poética breve que expresa un pensamiento moral en un tono satírico). O Séneca, aquel otro célebre escritor, pulcro moralista (una especie de “voz imperturbable de la conciencia”) y recto político romano que nació en Córdoba en el año 4 antes de Cristo y que fue enormemente admirado por personajes tan eminentes de la cultura occidental como el africano Sant Agustín (siglos IV y V), el holandés Erasmo de Rotterdam (siglos XV y XVI) o el francés Baudelaire (siglo XIX).
TEMPLOS ROMANOS PARA LA HISTORIA
Por supuesto, contemplar los restos del circular Templo de Vesta (diosa romana de los hogares domésticos del mundo antiguo; por eso junto a este templo se hallan los restos de la Casa de las Vírgenes Vestales, cuya misión era custodiar el fuego sagrado del mencionado Templo de Vesta); ver el esbelto pórtico del Templo de Saturno (dios de la agricultura) con sus ocho gigantescas columnas jónicas que permiten entrever, al fondo, la preciosa iglesia barroca de los Santos Lucas y Martina (1634, atractiva obra de aquel gran arquitecto y pintor toscano que fue Pietro da Cortona), o descubrir los espectaculares restos de las tres ampulosas naves que en su día tuvo la Basílica de Maxencio y Constantino, construida entre el 306 y el 312 y destinada principalmente a la administración de justicia; todo eso, sin duda, fascina, sobrecoge y hace pensar.
¡SALVE, CÉSAR!
En efecto, este imponente Foro Imperial debería hacernos reflexionar a todos los que, vestidos hoy de turistas posmodernos, transitamos por estos vestigios de civilización gloriosa. Por supuesto, ante tantas espectaculares ruinas arquitectónicas es lógico que sintamos una justa mezcla de encanto y verdadera admiración; incluso podríamos exclamar, todavía hoy: “¡Salve, César!, los ciudadanos del siglo XXI os rendimos nuestro respeto y nuestra más sincera admiración”. No obstante, amigos peregrinos, ¿no intuís que a toda esta grandeza le falta algo? De ello hablaremos la próxima semana.
Ximo Company. Delegació de Patrimoni Artístic
Foto: Arco de Titus, finales del siglo I, Foro Imperial, Roma. Vemos su imponente bóveda de cañón con su rico intradós casetonado; en los extremos vemos relieves con escenas de la victoria romana contra la Gran Revuelta Judía de Jerusalén (año 70 d. C.).
