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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Autoria
Producció
Fecha publicación: 
Jue, 01/13/2022

Queridos diocesanos:

 

San Antonio es un personaje que vivió entre los siglos tercero y cuarto (251-356) de nuestra era en la zona de la Tebaida, en Egipto. Vendió sus bienes, los distribuyó entre los pobres y se retiró al desierto, como ermitaño, para dedicarse a la oración. Otros creyentes siguieron sus huellas buscando el silencio y el encuentro con Dios. Se le considera el padre del monacato cristiano por su decisión radical de vida aunque no tiene una determinada orientación escrita que regule la vida comunitaria. Vivió y sintió un especial cariño por los animales y se identificó con el amor de Dios hacia todas sus obras creadas. La naturaleza fue su hogar.

 

Ha sido este santo muy querido a lo largo de los siglos por la comunidad cristiana, se le ha honrado con especial veneración y muchos colectivos lo han puesto como patrón de sus obras. Es el caso de agricultores, ganaderos y poseedores de mascotas en el hogar. En la ciudad de Lleida y en otras parroquias se celebra su recuerdo el 17 de enero con la bendición de animales y el reconocimiento de los que se dedican a las labores del campo.

 

Este año la fiesta de san Antonio se celebra el lunes. En el oratorio de la Congregación de la Puríssima Sang nos reunimos para participar de la Eucaristía y a continuación se procede a la bendición de animales y mascotas en la calle, a las puertas del templo. En otras muchas poblaciones se realiza una ceremonia similar. La prensa escrita y los medios audiovisuales se encargan de recordar este tradicional festejo que combina la alegría y la devoción. A todos agradecemos la importancia que le dan a nuestras costumbres bañadas siempre por la motivación religiosa. Y de esto último me gustaría hacer una breve reflexión.

 

Los cristianos ponemos en el centro de nuestras actividades y organismos la mirada de Dios. Queremos trabajar, hacer fiesta, reunirnos y participar en actuaciones solidarias según el estilo que nos ofrece el Evangelio. Para ello recurrimos directamente a Él buscando su protección, en muchas ocasiones a la Virgen María o pedimos la intercesión de algún santo con el fin de que nos consuele en momentos difíciles, que reciba nuestra acción de gracias por algún acontecimiento del pasado o que nos recuerde cómo hacer nuestra vida más auténtica en la gloria a Dios y más cercana a los hermanos.

 

Ese modo de ver el mundo y de fundamentar la existencia humana es tan legítimo que cuesta creer que haya personas que utilicen la burla o el sarcasmo hacia nuestras devociones y tradiciones. Hace poco decía alguien que los cristianos solicitan el mismo respeto y reconocimiento que el manifestado para otras cosmovisiones. Todos cabemos en este mundo y nadie debe ser señalado con desprecio o aislado en su ámbito privado por su fe que tiene unas connotaciones públicas.

 

Eso mismo es lo que hacen los miembros de la Congregación, los poseedores de mascotas, los agricultores y tantos grupos que veneran a san Antonio. A todos ellos se les debe un respeto y una admiración profunda por su dedicación a las labores del campo, por el trato con los animales… consiguen dignificar la convivencia humana y contribuyen al bien común con su dedicación y esfuerzo. En ocasiones no parecen tener un reconocimiento social adecuado y les toca levantar la voz para recordar a todos la exigua recompensa que reciben por su trabajo. Además de eso, los cristianos confían en Dios en todo momento arrostrando dificultades y agradeciendo favores. Esa fe les lleva a participar en las celebraciones religiosas que incluyen la petición de ayuda al Señor o a algunos de los santos. Como en este caso san Antonio Abad, ¡protégelos!

 

Con mi bendición y afecto,                                        

            

  +Salvador Giménez, obispo de Lleida.