[21-01-25] LA BASÍLICA DE SAN PEDRO Y SU BALDAQUINO

 

UNA BASÍLICA INMORTAL

Todo el mundo sabe que la Basílica de San Pedro es el centro espiritual más importante del mundo. La más hermosa. También la más visitada y admirada. La más permanentemente viva, abierta y actual, vigente. Hoy sigue desempeñando las mismas funciones para las que fue creada hace muchos siglos. Es el bimilenario corazón del catolicismo y de la cristiandad universal.

Esta gran basílica está dedicada al primer papa de la historia, San Pedro. El papa, como todos sabemos, es el vicario o representante de Jesucristo aquí en la Tierra; en este caso es un sencillo pescador judío, de Betsaida (Galilea, Israel), llamado Cefas o Simón Pedro (San Pedro), a quien un sencillo carpintero, Jesús de Nazaret (Cristo, o Jesucristo, el Dios de los cristianos hecho hombre), le dio las llaves del Reino de los Cielos (el reino de la paz y la plenitud que nunca termina, y que es para siempre, sin fin), además de constituirlo como cabeza visible de la Iglesia fundada aquí en la Tierra por el citado nazareno hace más de dos mil años. San Pedro murió martirizado en Roma, en el Monte Gianicolo (no muy lejos de la Basílica), donde hoy se encuentra el precioso templo de “San Pietro in Montorio”, obra de Bramante (del que hablaremos más adelante), el 29 de junio del año 67. Sin embargo, los restos de San Pedro reposan aquí, en esta emblemática Basílica precisamente dedicada a San Pedro.

LOS RESTOS MORTALES DE SAN PEDRO

La prestigiosa arqueóloga y epigrafista florentina Margherita Guarducci (1902-1999), profesora de la Universidad de Roma, "La Sapienza", dirigió en nuestra basílica, entre 1952 y 1953, una memorable excavación arqueológica. Aquello debió de ser algo verdaderamente único, apasionante, excitante; dicen que la Dra. Guarducci sintió una indescriptible emoción cuando, tras muchas horas y días de penosas excavaciones y trabajo lento, en silencio, ella misma descubrió, in situ, bajo el Altar de la Confesión, los restos de Pedro. Tremendamente emocionada, y con lágrimas en los ojos, leyó entonces, en uno de los grafitis del muro de su tumba, escrito en griego: Petros eni, "Pedro está aquí". Pedro, el primer discípulo, el primer vicario y papa de Jesús de Nazaret. Y más arriba, sobre la cripta, en el primer anillo o friso del tambor de la gran cúpula de Miguel Ángel (la más alta del mundo con 136,5 metros), se puede leer en una elegante letra humanista romana: Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam (“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”). Todos los detalles de aquella memorable excavación arqueológica se pueden encontrar en el apasionante libro de la Dra. Guarducci: Le reliquie di Pietro in Vaticano, Roma, 1995.

LA BASÍLICA Y EL BALDAQUINO DE BERNINI

En su origen una basílica fue un edificio público romano; casi siempre rectangular. A partir del siglo IV las basílicas fueron adaptadas por los cristianos como templos o iglesias de primera categoría. La Basílica de San Pedro, edificada sobre una antigua basílica constantiniana (del emperador Constantino, s. IV), es la iglesia más grande del mundo, con 193 metros de longitud. En ella, como hemos dicho, reposan los restos de San Pedro custodiados en la cripta (lugar subterráneo muy importante de una iglesia utilizado como sepultura sagrada) que se encuentra bajo el altar mayor de la basílica, cubierto por un precioso baldaquino (dosel o pabellón para cubrir un altar), con unas gigantescas y muy elegantes columnas salomónicas (helicoidales o retorcidas) de bronce, obra maestra de Gian Lorenzo Bernini, el escultor del siglo XVII más importante del mundo. Se trata de una obra prodigiosa, bastante atrevida para aquel tiempo y verdaderamente apoteósica.

 

Ximo Company, Delegación de Patrimonio Artístico