La vida la hemos recibido como una posibilidad y un quehacer y más si queremos vivir a la luz de la Buena Noticia de Jesús: "Os anunciamos lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con nuestras manos. Os hablamos del que es la Palabra de vida, ya que la vida se ha manifestado: nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos esa vida eterna, que estaba con el Padre y se nos ha manifestado. A vosotros, pues, os anunciamos lo que hemos visto y oído..." (1Jn 1, 1-3).
¿Cómo podremos ser "testigos del infinito" (Rovira Belloso) sin el alimento permanente de la Palabra de vida? ¿En qué otra fuente puede beber aquél que ha de ser testigo por vocación? Como dice el apóstol Pedro: "¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68).
La confrontación con el querer de Dios no es una tarea que se pueda aplazar indefinidamente. Pensar periódicamente de manera sistemática es un deber ineludible. Una buena manera de intentar dar respuesta coherente sería llenar de contenido también los tiempos libres, vacaciones incluidas.
Se ha recorrido un gran camino desde que el Concilio Vaticano II afirmó que "la Iglesia siempre ha venerado las divinas Escrituras tal como el mismo Cuerpo del Señor" (Dei Verbum 21), pero todos tenemos una cierta insatisfacción porque, junto a aspectos muy positivos (presencia de la Biblia en muchas casas, mayor conocimiento y difusión de la práctica de la "lectio divina" o del estudio del evangelio), hay una ignorancia preocupante de la Sagrada Escritura, no sólo a nivel de cultura religiosa sino también en la vida de bastantes creyentes y miembros de nuestras comunidades.
Además, y con sinceridad, deberíamos señalar la dificultad que experimentamos a la hora de poner en relación la Palabra y la celebración de la Fe con una vida cristiana coherente y testimonial.
Ciertamente, hemos recorrido un largo camino familiarizándonos con la Biblia a nivel personal y comunitario, pero no podemos olvidar lo que aún queda por hacer para pasar del estudio a la escucha y a la oración, superando la tentación de quedarnos sólo en un acercamiento intelectual o racionalista que incide muy poco en nuestras opciones de vida.
Lo que tenemos que hacer es centrarnos más y más en Aquél que nos habla en la Sagrada Escritura. Se trata de abrirnos al Dios vivo que continúa dirigiéndonos hoy su Palabra, "y así como la vida de la Iglesia crece por la frecuencia asidua del misterio eucarístico, así mismo es lícito esperar nuevo impulso de vida espiritual de la veneración creciente de la Palabra de Dios, la cual queda eternamente" (Dei Verbum 26). Debemos establecer con Él una relación personal.
Sin esta relación (que también transmite la Gracia, como los Sacramentos), la Biblia quedará reducida a palabra "sobre" Dios y no llegará a ser palabra "de" Dios.
FELIZ VERANO A TODOS.
Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,
+Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida