Siempre viviremos agradecidos a quienes nos mostraron el camino de Jesús, su Persona y su Palabra, como fuente de Vida. Es una herencia gozosa de la que tenemos que disfrutar, pero no es suficiente: la nueva situación socio-cultural y religiosa plantea exigencias nuevas al anuncio de Jesús y hay que vivir "sólidos en la fe que os enseñaron "(Col 2, 7), como nos pide el apóstol Pablo.
La fe heredada y sociológica es cada vez más inexistente entre nosotros. Los catequistas y responsables pastorales sabemos que las nuevas generaciones no asumen ninguna herencia pasivamente, deben hacerla suya, se la han de apropiar. Porque creer e implicarse en la vida de la comunidad de fe debe ser fruto de una decisión fundamental y consciente. Y esto requiere un proceso que hay que acompañar para superar las pertenencias únicamente formales o religiosidades superficiales. Debemos encontrar la manera de hacer una propuesta sencilla pero decidida del Evangelio y poder facilitar la acogida personal del don de Dios. Precisamente las Jornadas Interdiocesanas de Catequesis de este año, en Cataluña, llevaban como título: la alegría de creer y de comunicar la fe.
Se trata de ir más allá de la "buena acogida" de aquellos que vienen a pedir sacramentos (cosa que ya todos procuramos hacer). Necesitamos concentrarnos en lo esencial: adentrarnos en la novedad de Jesús y favorecer una acción misionera y testimonial de "propuesta" de la fe. Una fe, la fe de la Iglesia, que hay que conocer para no transmitir cualquier cosa en nombre de la Iglesia.
No tengo ninguna intención de herir sensibilidades, pero la experiencia pastoral actual nos dice que no podemos considerar ya 'adquiridos' los puntos elementales de la fe cristiana, ni siquiera en aquellos que están en los grupos parroquiales. Todos debemos situarnos en una nueva perspectiva y "redescubrir" la novedad del Evangelio para poder anunciarlo y hacer una propuesta vivencial.
Hay que procurar una orientación catecumenal en nuestra acción catequética en todos los niveles y por ello, los elementos esenciales del catecumenado deberán ser modelo y referencia para una iniciación cristiana que lleve a una aceptación "personalizada" de la fe.
Quiero volver a pedir que, en nuestras comunidades, demos prioridad al trabajo con jóvenes y adultos (que no significa dejar de lado a los niños y adolescentes).
Y naturalmente, está la comunidad que es el ámbito necesario. Únicamente el testimonio de vida y amor de los cristianos reunidos por el Espíritu anuncia verdaderamente a Cristo. Es imprescindible la relación viva entre catequesis y liturgia, y entre catequesis y comunidad creyente. La iniciación cristiana pasa necesariamente por el testimonio de personas y comunidades que demuestran con su vida que el Evangelio es en verdad "una fuerza para vivir".
Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,
+Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida