Contemplar el misterio cristiano
En la tradición de la piedad popular, el mes de octubre ha sido denominado el mes del Rosario y, como decía el Beato Juan Pablo II: rezar el Rosario es en realidad contemplar el rostro de Cristo con María y es una herramienta sumamente válida para favorecer en los fieles la exigencia de contemplación del misterio cristiano.
Afirmar que el Rosario es una oración contemplativa es animar a rezarlo con las actitudes de la llamada "Lectio divina", de gran fuerza en la tradición orante de la Iglesia (lectio, meditatio, oratio y contemplatio). Se trataría de acercarse a los misterios de la vida de Cristo con los ojos de la fe y con la mirada de María: interrogadora ante la escapada de Jesús adolescente en el Templo; penetrante y capaz de leer las decisiones de Jesús en las bodas de Caná; dolorida, sobre todo al pie de la cruz; radiante de alegría en la Resurrección y ardorosa en Pentecostés. Porque lo que María hace conservando en su corazón los recuerdos de su Hijo (Lc 2,19 y 2,51) no es simplemente registrarlos sino "meditarlos". Si no asumimos esta dimensión contemplativa al rezar el Rosario en comunión con la memoria viviente de la Madre de Jesús, podemos reducirlo a repetir fórmulas con poco sentido.
Sabemos que la espiritualidad cristiana no puede entenderse si no es como un seguimiento de Jesús y éste es imposible sin profundizar (contemplar) sus "misterios": recordarlos, comprenderlos, configurarse con Él, suplicar y anunciar lo contemplado.
El Rosario es una oración hecha apoyándose en la oración de María. Sin disminuir para nada la realidad del único Mediador -Jesucristo-, María colabora de una manera particular para que nos centremos en la persona que se nos manifiesta en los misterios que recordamos con Ella.
Juan Pablo II dice que este "recordar" es el recordar bíblico, como lo que hizo Jesús al leer el texto de Isaías en la sinagoga de Nazaret al inicio de su ministerio público (Lc 4,21). Y desde esta perspectiva, con el fin de enfatizar este carácter cristológico del Rosario, propuso la incorporación de los misterios referentes a la vida pública de Jesús que llama " Misterios de la luz". De esta manera podemos afirmar con mayor seguridad que realmente el Rosario es un compendio del Evangelio, y es una oración orientada a vivir la espiritualidad cristiana como una verdadera introducción a la profundidad del corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria.
Como nos recuerda la carta de San Pablo a los Efesios: el ideal del bautizado es "que Cristo viva en vuestro corazón por la fe. Así, firmes y profundamente enraizados en el amor, podréis comprender con todos los creyentes cuán ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo. Le pido, pues, que os dé a conocer ese amor, que es mucho más grande que cuanto podemos conocer. Así estaréis totalmente llenos de Dios." (Ef 3,17-19).
El Rosario promueve este ideal ofreciendo el ejemplo y la intercesión de María, mujer de fe, de silencio y de escucha, inseparablemente unida a Jesús.
Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,
+Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida