Pensar en las Misiones y en los Misioneros es tener presente una innumerable serie de personas e iniciativas que hacen visible el Evangelio mediante el testimonio de la fe y de la caridad. La vida y la obra de un Misionero es una respuesta vocacional que conlleva una entrega de la persona sin condiciones. Una vocación "grandiosa y excelsa" (Pío XII).
Pero no debemos olvidar que hay una vocación misionera que afecta a todos los bautizados: "el bautismo basta, es suficiente para evangelizar" (Papa Francisco 17/04/13). A cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II, este Año de la Fe ha sido un estímulo para que toda la Iglesia haya podido actualizar su conciencia misionera, una llamada a fortalecer nuestra amistad con el Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía.
Habrá que preguntarse de qué manera renovar e intensificar nuestra presencia en el mundo, y nuestra misión evangelizadora. Todos estamos invitados para "que la palabra del Señor se difunda y sea glorificada" (2Tes 3,1). Y la Jornada Mundial de las Misiones, el DOMUND 2013, es una buena oportunidad para que cada uno de nosotros pueda reavivar esta vocación y misión.
El lema de esta año ("Fe+Caridad=Misión") nos recuerda que no es legítimo separar, y menos oponer, fe y caridad, dos virtudes teologales íntimamente unidas. Contemplación y acción son dos actitudes que deben vivirse integradas. Acoger en la fe la gracia y el perdón de Dios, orienta y promueve las acciones caritativas y sociales. Por ello, el anuncio del Evangelio se convierte tantas veces en intervenciones de ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, en esfuerzos para multiplicar las posibilidades de instrucción y asistencia sanitaria en tantos lugares, y otras muchas implicaciones sociales.
El Concilio Vaticano II (1962-65) subrayó de muchas maneras que vivir la fe en las promesas de Dios y vivir la caridad lleva a los cristianos a comprometerse en la construcción de un mundo digno del hombre (GS 34.38-40.43). Y después el Concilio Provincial Tarraconense (1995), en la primera resolución, pedía revitalizar la comunidad cristiana en la perspectiva de la misión ayudando a rehacer la experiencia de Dios, para que la comunidad eclesial sea "una mediación cada vez más abierta entre Dios Padre y los hombres y mujeres que Dios ama". Y añadía, haciendo referencia a Act.2, 42: "Hay evangelización cuando uno empieza a frecuentar la oración de la comunidad, cuando participa con fruto en la celebración de la Eucaristía, cuando profundiza la fe de forma suficiente para vivir cristianamente en el mundo y cuando hace el aprendizaje del amor fraterno y solidario".
Con nuestra cooperación a las Obras Misioneras Pontificias (personal, espiritual y económica), volvemos a manifestar cuáles son nuestras actitudes fundamentales: la pasión por Dios y por la humanidad, la fuerza de la fraternidad cristiana y de la evangelización, el gozo de la fe, que se manifiesta en la esperanza y se realiza en la caridad.
Recibid el saludo agradecido de vuestro hermano obispo,
+Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida