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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 04/15/2012
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La misericordia es más que una devoción

Dios manifiesta su poder ejerciendo la misericordia, como dice expresamente la Biblia y la Liturgia de la Iglesia y tantas veces ha demostrado su Hijo Jesús con gestos y palabras: justamente la misericordia es aquello que más se identifica en los Evangelios. Su capacidad de compasión lo lleva a curar, a eliminar situaciones de sufrimiento físicas y morales, a volver la dignidad a los excluidos, no ha venido a juzgar y condenar sino a salvar.

Celebrando la Pascua, la Resurrección-Ascensión de Jesús, que es el fundamento de nuestra esperanza, hace falta que transformemos nuestra vida descubriendo a Dios en el rostro glorificado del Jesús misericordioso  mirando a las personas y sus circunstancias como lo hacía Jesús: implicándose en su promoción material y moral, dejando al  descubierto personas y estructuras abusivas e injustas, hasta el extremo de arriesgar su vida.

En su primera Encíclica (“Deus charitas est”) Benedicto XVI precisaba que, aun cuando no es la tarea inmediata de la Iglesia la construcción de un orden social y estatal justo, la Iglesia "tiene el deber de ofrecer, mediante la purificación de la razón y la formación ética, su contribución específica para que las exigencias de la justicia sean comprensibles y políticamente realizables. Y un hecho histórico incontestable que hace falta que todo el mundo de buena voluntad reconozca: los discípulos de Jesús, motivados por el Evangelio y adelantándose a otras iniciativas de la sociedad civil, han hecho posible tantas obras de caridad dedicadas a promover el desarrollo: hospitales, universidades, escuelas de formación profesional, pequeñas empresas y cooperativas, poniendo en juego lo mejor de ellos mismos, con errores incluidos.

Para nosotros la cuestión es bien concreta: sin darse uno mismo a fondo nos quedamos siempre a medio camino. Por esto, el estilo de vida que la fe nos pide no es otro que el que descubrimos en el mismo Jesús quien nos ha dado a conocer, con obras y palabras, el Dios que se manifiesta como amor incondicional a todo el mundo, como principio de vida y de fraternidad, como fuente de libertad y esperanza sin fronteras, como plenitud.

Ojala que nuestra vivencia deficiente del evangelio no sea nunca impedimento serio para que otros lleguen a Jesús. Posiblemente tenemos demasiados bautizados sólo con un barniz de cristianismo, incluso devocional, que no acaban de entrar a fondo en la comunidad de Jesús escuchando y poniendo en práctica sus palabras. Esto devalúa el catolicismo y puede convertir a la Iglesia en obstáculo para aquellos que la buscan con corazón sincero.

Conviviendo, pues, con muchos y diferentes planteamientos, hace falta que fortalezcamos nuestra comunión con Jesucristo muerto y resucitado, criterio último de nuestra actuación, y fundamento de todo nuestro futuro únicamente en Él, de quien esperamos la salvación definitiva del ser humano. A sabiendas de que Él nos pide no sólo anunciar el Reino sino también realizarlo y mostrarlo en la vida de la comunidad construyendo otro mundo posible.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida