Todos hemos vivido diferentes etapas (unas más pacíficas y otras más problemáticas) en las que se han ido sucediendo nuevas convicciones y esperanzas, cambios que nos han hecho, y nos hacen aún, revisar cosas y replantear otras. El tiempo de Cuaresma es buena oportunidad para repasar y renovar nuestro encuentro personal con Jesucristo. En cualquier lugar y situación en que nos encontremos, "es un buen momento para decirle: Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame nuevamente, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores. No huyamos de la resurrección de Jesús, no nos declaremos nunca muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!" (cfr. Evangelii gaudium, 3).
Nos ha tocado vivir en un tiempo y en un mundo bastante complejo y los miembros de la Iglesia debemos afrontar experiencias de poca valoración o de marginación social, pero no podemos sucumbir a las corrientes excesivamente negativas ni sublimar nuestros conflictos, haciéndonos los mártires. Nuestra vida cristiana y nuestro testimonio conllevan pasión y gloria y, a pesar de todo, sabemos que "la aportación de la Iglesia en el mundo actual es enorme. Y nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor, ayudando a vivir y tratando de comunicar valores en ambientes hostiles, y entregándose de muchas maneras y mostrando así este inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre" (cfr Evangelii gaudium, 76).
Es preciso, pues, que procuremos vivir el tesoro de la fe y de nuestra pertenencia a la Iglesia con realismo y con los pies en el suelo, en medio de luces y de sombras, de gozo interior y dificultades exteriores, pero renovando nuestra confianza en aquel que nos ha llamado a una colaboración activa. Tenemos la certeza de que nuestras capacidades, unidas al poder del Espíritu Santo que habita en cada uno de nosotros desde el día del bautismo, nos permiten dar una respuesta cada día más adecuada al proyecto de Dios. Nuestra debilidad cuenta siempre con su fidelidad que nunca defrauda. Como dice San Pablo: "sabiendo que la misericordia de Dios nos ha confiado este servicio, no nos acobardemos. Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que quede bien claro que este poder viene de Dios, y no de nosotros. Nos vemos oprimidos por todas partes, pero no aplastados; sin caminos a seguir, pero no sin salida" (2Cor 4,1.7-8).
Que el compromiso de caminar en la fe y de comportarnos de una manera coherente con el Evangelio nos acompañe en este tiempo de Cuaresma recorriendo un buen camino hacia la Pascua.
Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,
+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida