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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 03/25/2012
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 Proyecto de Dios y fenómeno social

 Hace mucho tiempo que el matrimonio y la familia son cuestiones discutidas y realidades sometidas a un proceso de grandes transformaciones. No puede ser de otra manera si, como repetimos una y otra vez en los últimos cincuenta años, vivimos un periodo nuevo de la historia con cambios acelerados, profundos y universales, que comportan graves dificultades y repercusiones inevitables como todas las crisis de crecimiento (cfr. Gaudium et Spes 4,5,8 y 47). La familia es un proyecto de Dios, pero es también una realidad sociocultural.

A pesar de todo, haría falta no dejar de soñar en el gran servicio que haríamos los cristianos si, ante cualquier añoranza “de un pasado mejor" idealizado, nos emperráramos sobre todo a proponer y encarnar realidades familiares según aquello que Dios quiere de ser humano. Esto es cada día más necesario, atendida la pluralidad y complejidad de la sociedad actual y de la nueva cultura, en la que “muchos ya no consiguen integrar el mensaje evangélico en la experiencia cotidiana; en muchos ambientes es más fácil declararse agnóstico que creyente” (cfr. Ecclesia in Europa 7 y 9).

Más todavía. Hace falta afinar mucho cuando hablamos del “concepto cristiano de la familia” y/o del “concepto de familia cristiana”, sobre todo porque por asumirlo y procurar vivir hace falta absolutamente una mirada de fe y el recurso de la Palabra de Dios, cosa que hoy no podemos pedir a todo el mundo.

A la luz de la fe y de la Palabra de Dios la familia cristiana “icono de la Trinidad” supone  miembros llamados a ser diferentes, iguales y solidarios a imagen del Dios Uno y Trino, y está llamada a ser signo relevante, sacramento del amor que Cristo tiene a su Iglesia y de el amor que esta le debe a Cristo. Sus miembros están llamados a revelar, a manifestar este mutuo amor y son fortalecidos por él. Desde este planteamiento creyente la Iglesia Católica interpreta que Dios llama a los esposos que se unen en matrimonio sacramental a participar de su actividad creadora: “En el deber de transmitir la vida y educarla... los esposos saben que son cooperadores de Dios y, en cierto modo, sus intérpretes” (Gaudium te Spes 50).

La imagen que la Iglesia tiene de la familia es bien conocida: fundada en un matrimonio público, de un hombre y una mujer, perpetuo, fiel, abierto a los hijos y a la sociedad y cuidadosa de la vida humana desde el suyo inicio hasta la muerte natural. La Iglesia cree que “antes de que unidad jurídica, social y económica es una comunidad de amor y de solidaridad” (Carta de los Derechos de la Familia).

Permitidme pedir con modestia pero con convicción que nadie trate ligeramente cuestiones como estas, porque “todo aquello que tiene relación con el mundo de los afectos, de las relaciones de pareja, de la sexualidad y de la vida familiar, tiene una relevancia extraordinaria para la felicidad e infelicidad de los individuos, para el desarrollo lleno y armónico de los hijos y para la reproducción social de cualquier colectividad en el orden de los valores, las actitudes y las creencias.” (P.J. Gómez Serrano, Vida Nueva, nº 2.443, (2004).)

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida