[17-12-25] Nuestra campaña de Navidad sugiere que disfrutar de los derechos más fundamentales y de una vida digna no debería ser una cuestión de suerte. Desde Cáritas creemos que vivir en paz y con seguridad, tener un hogar digno, un empleo estable y acceder a una buena educación y a la protección de la salud debe ser una constante en la vida de todas las personas, sin ningún tipo de distinción.

 

Por ello queremos que la pobreza represente un clamor que interpele nuestras vidas, la sociedad y los sistemas económico, cultural y político; también a la Iglesia, de la cual formamos parte. Desde las Cáritas diocesanas damos respuesta a las necesidades más básicas de personas y familias vulnerables que no pueden disfrutar de oportunidades ni seguir el ritmo de vida de la mayor parte de la población que las rodea. Todo ello, en un contexto en el que 1 de cada 3 personas vive con un alto riesgo de caer en la exclusión ante un cambio de ciclo económico. Y en el que niños y niñas de familias con mayores dificultades heredarán la pobreza, permaneciendo en esta situación el resto de sus vidas.

 

La sociedad impone barreras, a menudo invisibles a los ojos de mucha gente, que limitan el desarrollo de personas y familias que quedan relegadas de forma permanente al último vagón. Estas barreras hacen inútiles e ineficaces las políticas sociales que emanan de las administraciones, por bienintencionadas que sean. Además, convierten en insuficientes las actuaciones de las entidades sociales. Se trata de un clamor que debe tener el eco necesario para lograr los mecanismos adecuados que permitan modificar el paradigma social que tenemos. Una alerta a la que debemos prestar atención desde todos los ámbitos de actuación, tanto personales como colectivos.

 

La Navidad debe servir para mirar el rostro herido de las personas empobrecidas, miradas que nos muestran la falta de apoyo y comprensión ante las limitaciones materiales que padecen y que las conducen a una fragilidad personal, moral y, posiblemente, espiritual, sin espacios de expresión ni libertad de manifestación donde dar voz a su dignidad. Ante esta circunstancia, no podemos caer en discursos estereotipados sobre comportamientos y actitudes que no hacen más que agravar y dificultar la convivencia ciudadana. Debemos creer que es posible cambiar la percepción negativa y convertir el mundo en un espacio de justicia, fraternidad e inclusión, transformando el miedo en comprensión y solidaridad.

 

Nuestra identidad cristiana nos lleva a vivir la Navidad con la confianza de que seremos capaces de escuchar estas demandas y de que haremos el esfuerzo necesario para cambiar la mirada hacia los colectivos más vulnerables que deben afrontar la superación de las barreras que no les permiten salir del atolladero en el que se encuentran inmersos. Debemos hacer que, con nuestro apoyo, puedan celebrar una buena Navidad. Para que tener una vida digna, por fin, deje de ser una cuestión de suerte.

 

Directores de Cáritas diocesanas de Lleida, Solsona y Urgell